Del 19 al 23 de abril se conmemora la Semana Mundial del Suelo, el objetivo de la misma es concienciar sobre el cuidado de los suelos. Los suelos son fundamentales para la vida en la Tierra, pero las presiones humanas sobre el suelo está llegando a límites críticos. La gestión cuidadosa del suelo puede incrementar el abastecimiento de alimentos, y constituye además una herramienta valiosa para la regulación del clima y un camino para salvaguardar los ecosistemas.
El 95% de los alimentos proviene del suelo y el 33% de los suelos del planeta están degradados, en este contexto la Gestión Sostenible del Suelo (GSS) es fundamental, entendiendo que “La gestión del suelo es sostenible si el apoyo, aprovisionamiento, regulación y servicios culturales proporcionados por el suelo son mantenidos o ampliados sin perjudicar de manera significativa, ya sea las funciones del suelo que permiten a dichos servicios o la biodiversidad”. (Carta Mundial del Suelo 2015).
Especialistas de la FAO coinciden en que en la actualidad las amenazas específicas al suelo son la erosión, compactación, acidificación, contaminación, sellado, salinización, anegamiento, desequilibrio de nutrientes (por ejemplo, tanto la deficiencia de nutrientes y el exceso de nutrientes) y las pérdidas de carbono orgánico del suelo (COS) y de la biodiversidad. El escenario mundial señala que el estado de los suelos se agravará cada vez más, salvo que, desde todos los actores sociales, se tomen acciones concertadas hacia la gestión sostenible del suelo. Dentro de lo acciones a tomar para el cuidado del suelo, las siguientes cuatro son las mayores prioridades:
1. Minimizar la degradación de los suelos y restaurar la productividad de los suelos que ya están degradados, en aquellas regiones donde las personas son más vulnerables. La gestión sostenible del suelo puede incrementar el suministro de alimentos saludables y contribuir a reducir la inseguridad alimentaria de la población mundial.
2. Estabilizar o incrementar los depósitos globales de materia orgánica en el suelo (por ejemplo, COS y organismos del suelo) y trabajar para lograr un balance neto estable o positivo de COS.
3. Actuar para estabilizar o reducir el uso global de fertilizantes con nitrógeno (N) y fósforo (P), y al mismo tiempo incrementar actuar en las regiones con deficiencia de nutrientes. Existen evidencias convincentes de que la humanidad está cerca de los límites globales para la fijación total de nitrógeno y los límites regionales para el uso de fósforo.
4. Mejorar nuestro conocimiento sobre el estado actual y las tendencias en las condiciones del suelo. Un énfasis inicial debe centrarse en la mejora de los sistemas de observación para supervisar el progreso en el logro de las tres prioridades indicadas anteriormente.
Es importante recordar que se necesitan 500 años para que se formen de manera natural 2 cm de tierra vegetal fértil; en este sentido, debemos trabajar en el compromiso de educar en el conocimiento de acciones de conservación y restauración de suelos con la finalidad de evitar la pérdida de especies, ecosistemas y de garantizar la preservación de la vida en toda sus manifestaciones.