Los hábitos alimentarios se adquieren desde la primera infancia, en un proceso en el que el niño aumenta el control e independencia frente a sus padres hasta llegar a la adolescencia.  Esto, junto al acto de comer en la mesa, configura los hábitos alimentarios que marcarán, en la edad adulta, preferencias y aversiones definitivas.

La sociedad de consumo no sólo tiene como objetivo cubrir necesidades o satisfacer deseos, además sirve para distinguir a las personas entre sí, evidenciando aún más la diferencia de acceso al consumo entre las distintas clases.

La industria manipula los productos para hacerlos más atractivos a pesar de que esto empeore la salud de quienes los consumen por lo que agregan cada vez más sal, azúcar y grasa a sus elaboraciones.

Niños y niñas al estar expuestos a mensajes engañosos, creen que obtendrán una gratificación, como juguetes, y piden a sus padres que se les compre el producto, aunque el sabor no sea de su agrado, siendo así presas de la manipulación mediática, pues no están lo suficientemente maduros para intuirla, por lo que se atenta a su salud con este tipo de publicidad.

La recuperación de una alimentación saludable en y desde el ámbito escolar considerando a las personas en su contexto familiar, comunitario y social puede impulsar el crecimiento y desarrollo de conocimientos, habilidades y destrezas para el autocuidado de la salud, la alimentación y el ambiente.